Según escribió Berta Sperber, el amor negativo lo único que hace es frustrarnos cuando decidimos iniciar una relación, por lo que muchas veces optamos por tenerla en total situación de sumisión... o bien directamente ni empezarla. Pero sin embargo, como explica ella, es tan sencillo lograr la curación emocional... basta con proponérselo, con dejarse llevar por lo que sentimos, intentando lograr el equilibrio perfecto entre lo emocional, corporal, espiritual y racional... pero todo en su justa medida. De nada sirve la racionalización... lo emocional lleva a lo corporal, que luego hace que lo espiritual también se acople... y lo racional de esta manera ocupa el lugar que le corresponde en el complejo mapa de la personalidad humana.
Te acordarás que hablamos de algo parecido a esto, sin realmente decir nada sobre los posibles motivos de este no poder/no querer hacer algo de a dos... y sin importar realmente lo que te lleva a no poder obtener la curación emocional, o por qué tenés este amor negativo dentro tuyo, lo que importa es que todos somos capaces de poder comprometernos y jugarnos y animarnos y disfrutar de lo emocional, físico, espiritual e intelectual si nos atrevemos a hacerlo.
Según sus palabras, parece tan sencillo, no? Y realmente creo que lo es... que se puede... y que eso nos proporciona un equilibrio tal que desde ahí en más, todo el resto a nuestro alrededor se acomoda de tal manera que ya no debemos preocuparnos por intentar mantener el equilibrio en nuestra personalidad, porque se da solo.
Creo que cada nueva relación que empezamos en nuestra vida es en realidad una nueva historia, que escribimos en una hoja en blanco, empezando los dos de cero, sin importar la experiencia anterior, o las frustraciones o éxitos que hayamos tenido, porque el empezar una nueva relación implica y significa un renacer, con nuevos rumbos, nuevos deseos, nuevas personas... en definitiva eso: una nueva historia!
"Todo empieza con esa primera experiencia infantil en la que se comprueba, aunque no siempre a nivel consciente, que uno no es amado por lo que es, sino por lo que debe llegar a ser; en mayor o menor medida, todos somos víctimas de ese amor negativo, un amor que pone condiciones para ofrecerse.
Con el concepto de "amor negativo", que acuñó en 1967 Bob Hoffman, se explican buena parte de los padecimientos de las personas y su desconexión con el mundo emocional.
El amor negativo es la evidencia de la persona de sentirse indignada de ser amada, que viene de haber sentido que sus padres no lo reconocieron como quien era realmente, sino que se dedicaron a educarlo como quien debía ser.
Desde ahí la persona se desconecta de su propio ser y empieza a trabajar -desde muy chico-, para satisfacer las expectativas de los padres o, si sufrió mucho en la infancia, para rebelarse y ser lo opuesto a aquello que se esperaba de él.
Tal vivencia genera una paradoja emocional: "soy querible en tanto no sea quien soy y sea lo que los demás esperan de mí".
Tal condición queda grabada en el plano emocional y hace que, en nombre del amor, las personas se sometan a los demás, acepten chantajes para ser amados y se dejen manipular. O bien, nunca se dejen amar, no pudiendo mantenerse en el tiempo con una pareja.
Estas personas realmente creen que no son merecedoras de un amor positivo, muchas veces subestimándose y no creyéndose lo suficientemente capaces de amar y ser amados, porque no saben cómo, nadie les enseñó, y prefieren no arriesgarse a modo de evitar el sufrimiento. De este modo, la racionalización de todos sus actos y sentimientos es usada como mecanismo de defensa.
Esas personas sienten que sus propias sabidurías son algo de lo que se debe descreer, y que sólo lo que sabe el otro es valorable, porque los otros suelen ser colocados en un lugar más alto del que se encuentran ellos.
De esta forma es como somos entrenados en vivir mal. La idea de paternidad está aprendida y se copia de los propios padres, se transmite de generación en generación. De esta manera, suelen ser la fiel imagen de sus padres o bien optan por no ser padres en absoluto, lo cual les queda como asignatura pendiente, interfiriendo en sus posibles relaciones siguientes, al racionalizar una ausencia que desconocen como tal.
El adulto mira al niño como alguien que no sabe nada y a quien hay que educar. No se mira al chico como a un ser que llega a este mundo sabiendo muchísimo y que lo único que no sabe es el código para expresarlo.
Como eso no es tomado en cuenta, se "graba" el rechazo al propio ser. En la vida adulta, para recuperar la conexión con uno mismo, lo primero es tomar conciencia de que todo aquello que es negativo para la propia vida fue aprendido.
Claro que abrirse a los recuerdos implica dar paso a un cúmulo de emociones que en nuestra cultura son definidos como "negativas": la rabia, el dolor, la culpa, el odio, la venganza... vivencias que un niño experimenta cuando se siente maltratado o no tomado en cuenta, pero que muy pocas veces puede expresar.
Aprendemos desde muy chicos a reprimir emociones. Pero cuando se liberan, vuelven los recuerdos y la persona empieza a darse cuenta de que, en realidad, todo lo que le pasa en su vida adulta, lo que se repite o le ocurre a pesar de sí mismo, fue aprendido de los padres, desde la concepción hasta la pubertad.
El amor negativo es la evidencia de la persona de sentirse indignada de ser amada, que viene de haber sentido que sus padres no lo reconocieron como quien era realmente, sino que se dedicaron a educarlo como quien debía ser.
Desde ahí la persona se desconecta de su propio ser y empieza a trabajar -desde muy chico-, para satisfacer las expectativas de los padres o, si sufrió mucho en la infancia, para rebelarse y ser lo opuesto a aquello que se esperaba de él.
Tal vivencia genera una paradoja emocional: "soy querible en tanto no sea quien soy y sea lo que los demás esperan de mí".
Tal condición queda grabada en el plano emocional y hace que, en nombre del amor, las personas se sometan a los demás, acepten chantajes para ser amados y se dejen manipular. O bien, nunca se dejen amar, no pudiendo mantenerse en el tiempo con una pareja.
Estas personas realmente creen que no son merecedoras de un amor positivo, muchas veces subestimándose y no creyéndose lo suficientemente capaces de amar y ser amados, porque no saben cómo, nadie les enseñó, y prefieren no arriesgarse a modo de evitar el sufrimiento. De este modo, la racionalización de todos sus actos y sentimientos es usada como mecanismo de defensa.
Esas personas sienten que sus propias sabidurías son algo de lo que se debe descreer, y que sólo lo que sabe el otro es valorable, porque los otros suelen ser colocados en un lugar más alto del que se encuentran ellos.
De esta forma es como somos entrenados en vivir mal. La idea de paternidad está aprendida y se copia de los propios padres, se transmite de generación en generación. De esta manera, suelen ser la fiel imagen de sus padres o bien optan por no ser padres en absoluto, lo cual les queda como asignatura pendiente, interfiriendo en sus posibles relaciones siguientes, al racionalizar una ausencia que desconocen como tal.
El adulto mira al niño como alguien que no sabe nada y a quien hay que educar. No se mira al chico como a un ser que llega a este mundo sabiendo muchísimo y que lo único que no sabe es el código para expresarlo.
Como eso no es tomado en cuenta, se "graba" el rechazo al propio ser. En la vida adulta, para recuperar la conexión con uno mismo, lo primero es tomar conciencia de que todo aquello que es negativo para la propia vida fue aprendido.
Claro que abrirse a los recuerdos implica dar paso a un cúmulo de emociones que en nuestra cultura son definidos como "negativas": la rabia, el dolor, la culpa, el odio, la venganza... vivencias que un niño experimenta cuando se siente maltratado o no tomado en cuenta, pero que muy pocas veces puede expresar.
Aprendemos desde muy chicos a reprimir emociones. Pero cuando se liberan, vuelven los recuerdos y la persona empieza a darse cuenta de que, en realidad, todo lo que le pasa en su vida adulta, lo que se repite o le ocurre a pesar de sí mismo, fue aprendido de los padres, desde la concepción hasta la pubertad.
Al no poder recordar dónde lo aprendió, supone que esas desventuras son la confirmación de que hacía algo mal, que sus equivocaciones derivan de su falta de valor, y como resultado no puede soportar que los otros lo vean tal cual es, logrando sólo relaciones en las cuales el compromiso y el mostrarse tal cual es son dejados fuera por el temor al rechazo.
Toda persona cuenta con cuatro aspectos: lo intelectual, lo emocional, lo espiritual y lo corporal.
Toda persona cuenta con cuatro aspectos: lo intelectual, lo emocional, lo espiritual y lo corporal.
Pero cuando somos víctimas del amor negativo, solemos tener nuestro intelecto dominando nuestras vidas. Así, queremos resolver todo desde la cabeza, que es el más pobre de los cuatro aspectos para crecer en lo desconocido.
El intelecto siempre necesita experiencias viejas para saber como seguir. En cambio, nuestra parte emocional, la espiritual y nuestro cuerpo tienen mensajes, idiomas, percepciones rápidas y adecuadas para todas las situaciones desconocidas, que nos hacen sentir seguros.
Sin dejar al intelecto afuera, sino ocupando su justa proporción, necesitamos recuperar los tres aspectos que están relegados e integrarlos en una quadrinidad en la que cada uno aporte la información y los recursos necesarios para conformar un ser íntegro, poderoso y amoroso.
Este trabajo de integración requiere un fuerte hincapié en la apertura de lo emocional, que también es el camino hacia lo espiritual.
Cuando la persona recupera ciertos derechos, por ejemplo el derecho a enojarse por aquellas cosas que le hicieron daño, recupera el derecho a autoafirmarse en la vida, porque la rabia es una emoción muy saludable para los seres humanos en tanto pone límites y ayuda a avanzar, a ser audaz, a despegar.
Lo que nos asusta de la rabia son las formas inadecuadas de expresión; pero habitualmente se termina reprimiendo la emoción y no las formas inadecuadas, porque los padres no conocían otras formas.
Cuando la persona recupera esos derechos, ocurre que de pronto está integrado y eso no es algo muy difícil. Lo emocional no es elaborativo, así que no necesita meses ni años de maduración: necesita "ver".
A diferencia de nuestro intelecto, que precisa tiempo para comprender, analizar, elaborar... lo emocional se manifiesta continuamente, y la grabación que produce el rechazo del propio ser está en el plano emocional.
Allí donde se abre la experiencia emocional, la persona empieza a recibir mensajes de qué le pertenece y qué no, qué fue aprendiendo y qué no. Así nos damos cuenta de quiénes no somos, rompemos con una serie de creencias, prejuicios y valores mal entendidos y desde lo emocional captamos que somos seres amorosos, dueños de un amor sin condiciones, con una capacidad de compasión y perdón para los demás y para nosotros mismos que nos hace muy poderosos."
El intelecto siempre necesita experiencias viejas para saber como seguir. En cambio, nuestra parte emocional, la espiritual y nuestro cuerpo tienen mensajes, idiomas, percepciones rápidas y adecuadas para todas las situaciones desconocidas, que nos hacen sentir seguros.
Sin dejar al intelecto afuera, sino ocupando su justa proporción, necesitamos recuperar los tres aspectos que están relegados e integrarlos en una quadrinidad en la que cada uno aporte la información y los recursos necesarios para conformar un ser íntegro, poderoso y amoroso.
Este trabajo de integración requiere un fuerte hincapié en la apertura de lo emocional, que también es el camino hacia lo espiritual.
Cuando la persona recupera ciertos derechos, por ejemplo el derecho a enojarse por aquellas cosas que le hicieron daño, recupera el derecho a autoafirmarse en la vida, porque la rabia es una emoción muy saludable para los seres humanos en tanto pone límites y ayuda a avanzar, a ser audaz, a despegar.
Lo que nos asusta de la rabia son las formas inadecuadas de expresión; pero habitualmente se termina reprimiendo la emoción y no las formas inadecuadas, porque los padres no conocían otras formas.
Cuando la persona recupera esos derechos, ocurre que de pronto está integrado y eso no es algo muy difícil. Lo emocional no es elaborativo, así que no necesita meses ni años de maduración: necesita "ver".
A diferencia de nuestro intelecto, que precisa tiempo para comprender, analizar, elaborar... lo emocional se manifiesta continuamente, y la grabación que produce el rechazo del propio ser está en el plano emocional.
Allí donde se abre la experiencia emocional, la persona empieza a recibir mensajes de qué le pertenece y qué no, qué fue aprendiendo y qué no. Así nos damos cuenta de quiénes no somos, rompemos con una serie de creencias, prejuicios y valores mal entendidos y desde lo emocional captamos que somos seres amorosos, dueños de un amor sin condiciones, con una capacidad de compasión y perdón para los demás y para nosotros mismos que nos hace muy poderosos."
JA... qué tal eh!!!
2 comentarios:
Encontre esto y quise enviartelo...
"Las personas son dueñas de su propio destino. Pueden cometer los mismos errores o, incluso pueden huir de todo lo que desean y de lo que la vida...... generosamente, coloca ante ellos."....creo que no se neceistan mas palabras ...besos!!!
Vero... no dudo que el que no quiere enfrentarse a la vida, que el que huye continuamente a través de la racionalización de las situaciones y de los sentimientos, decide hacerlo de esa manera por propia decisión... Aún así, no puedo entender la intelectualización de todo lo que ocurre a su alrededor, me cuesta comprender que, a pesar de lo fuerte de las emociones, decidan abstraerse de lo que les está pasando, que dejen pasar de largo a las personas que los quieren, que no se permitan volar y sentir y sentirse movilizados hasta la fibra más íntima... por un preconcepto de lo que debería ser... por vivir en el pasado quizás por lo que no fue? Entonces ante la duda, miran todo desde afuera, piensan en lugar de sentir.. es más fácil de esa manera evitarse el posible dolor o pérdida que podría llegar en el mañana??
Gracias por siempre estar, negrita. Besos!!!
Publicar un comentario